Manuel
El pequeño Manuel tenía 11 años, era un niño que disfrutaba dibujando y plasmaba sus fantasías en bocetos al carboncillo, eran tiempos de posguerra en los que una cuartilla blanca o un carboncillo eran artículos de lujo, pero su madre se los conseguía aunque tuviera que privarse de comer. Cisnes, caballos, conejos eran los temas predominantes en las obras de Manuel que denotaban su segunda pasión, los animales, en muchas ocasiones había manifestado su deseo de ser naturista, aunque la guerra y el encarcelamiento de su padre tras ésta, habían aparcado cualquier proyecto de futuro.
Manuel ahora vivía en un Madrid gris en el que se derribaban las puertas por las noches y los camisas azules se llevaban a los vecinos acusados vete a saber de qué y vete a saber por quién.
Su mundo estaba reducido a las cuatro paredes de la casa y a la ventana a otro mundo que le proporcionaban las cuartillas y el carboncillo, su madre ganaba el sustento de la casa con un puesto de pipas en Chamberí y pasaba todo el día fuera, antes de salir siempre le decía “Manuel hijo, no salgas de casa”.
Pero Manuel salió, quería ver el cielo azul de ese Madrid gris y lleno de escombros, precisamente entre los escombros vio salir a un ratoncito, era una cría de ratón común que no huía de su presencia, lentamente se acercó a él y lo cogió entre sus manos, el ratón acurrucado en sus manos a modo de cuenco parecía hablarle moviendo su hocico rosado, a lo que Manuel contestó “está bien, te llevaré a casa, allí tengo algo para ti”.
Cuando Manuel se disponía a volver a casa con su nuevo amigo escuchó una voz a su espalda que le gritaba “Eh tú, rojo”, Manuel se giró y vio a un joven de unos 18 años que lucía una flamante camisa azul remangada por encima de los codos, Manuel contestó “me voy a casa, mi madre no sabe que he salido”, el joven falangista portaba un objeto en la mano y sentenció “suelta la rata rojo, si no quieres morir con ella”, Manuel contestó “no es una rata, no lo voy a soltar, déjanos en paz”, el joven retiró bruscamente una anilla que tenía el objeto que llevaba y se lo lanzó a Manuel.
La madre de Manuel, Trinidad, acudió a recoger los pedazos de Manuel al deposito de cadáveres ahogada por las lagrimas y el dolor, antes de salir para dar sepultura a su hijo un guardia civil la aconsejó “entierra a tu hijo y olvídate de todo si quieres volver a ver a tu marido con vida”.
En memoria de Manuel Pleguezuelo Martínez
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octubre 26, 2007 a 6:11 pm
Descanse en paz por fin.
Todavía queda mucha gente con una historia olvidada y cadaveres enterrados en el medio de la nada…
Mucha justicia queda por hacer.
Un saludo y buen blog este…
octubre 26, 2007 a 6:23 pm
Se me ha caído alguna que otra lagrima mientras lo leía .
Muy bueno.
octubre 26, 2007 a 6:25 pm
alvamode , pues yo no te quiero contar mientras lo escribía.
Un beso.
octubre 26, 2007 a 6:47 pm
Raúl…Un molt fort petó
Le llamaban Manuel, nació en España,
su casa era de barro, de barro y caña.
Las tierras del señor humedecían
su sudor y su llanto, día tras día.
Mendigo a jornal fijo como él no hubo
entre olivos y trigos, por un mendrugo.
Su casa era de barro, de barro y caña,
le llamaban Manuel, nació en España.
Le llamaban Manuel, nació en España,
su mundo era otro mundo, tras la montaña.
Del amo eran las tierras, camino abajo
las moras y las flores de los ribazos.
La mula y los arreos, el pan y el vino,
los árboles, las piedras y los caminos.
Su mundo era otro mundo, tras la montaña,
le llamaban Manuel, nació en España.
Le llamaban Manuel, nació en España,
ella guardaba un hijo en sus entrañas.
Nunca nada fue suyo, nada tuvieron,
por eso lloró tanto cuando murieron.
Él con sus propias manos cavó una fosa
sepultando sus sueños junto a su esposa.
Ella guardaba un hijo en sus entrañas,
le llamaban Manuel, nació en España.
Le llamaban Manuel, nació en España,
le vieron alejarse una mañana.
Del amo era el olivo, donde lo hallaron
y la soga de esparto que desataron.
Y el pedazo de tierra donde hoy se pudre
y el trigo que en la sierra su tumba cubre.
Le vieron alejarse una mañana.
Le llamaban Manuel, nació en España.
Serrat
octubre 26, 2007 a 6:51 pm
Muchas gracias memé, un beso amiga.
octubre 26, 2007 a 6:57 pm
Putas guerras, y, por desgracia existirán muchisimos casos iguales o incluso peores que nunca saldrán a la luz…
Buen blog.
Besines
octubre 26, 2007 a 7:32 pm
Gracias Raul por contarnos una parte de esa historia enterrada por quienes ya sabemos. Un saludo
octubre 26, 2007 a 8:01 pm
Uf, no me salen las palabras…
Me has dejado de piedra… magnífico el relato que, por desgracia, supongo que es real…
Un abrazo, amigo…
octubre 26, 2007 a 8:04 pm
delokos, el relato como tu dices es terriblemente real, un abrazo.
octubre 26, 2007 a 8:06 pm
delokos, como tu bien dices, el relato es terriblemente real.
Un abrazo.
octubre 26, 2007 a 9:12 pm
Ni siquiera el mas perverso cuento de ficción se podría acercar a la realidad que has contado, buena historia, lastima que haya tantas en cualquier guerra en cualquier parte del globo.
octubre 26, 2007 a 9:22 pm
Es imposible no emocionarse, sobretodo cuando al ver la fotografía reconoces rasgos queridos.Un abrazo, compañero.
Tristes guerras
si no es amor la empresa.
Tristes, tristes.
Tristes armas
si no son las palabras.
Tristes, tristes.
Tristes hombres
si no mueren de amores.
Tristes, tristes.
Cancionero y romancero de ausencias
Miguel Hernández
octubre 26, 2007 a 9:32 pm
Gracias Atenea, un beso amiga.
octubre 26, 2007 a 9:53 pm
Vamos a ver, hay gente dispuesta a olvidar el pasado. Hay también gente con la predisposición para perdonar. Otros terminan rápido bajo sentencias como: «ya está, el pasado es el pasado»…pero amigo Raúl y todos los visitantes y asiduos de esta bitácora con tanto valor y dignidad, lo grave, lo más grave y terrible no es ni se trata de olvidar, perdonar, echar tierra de por medio…lo indignante y temeroso es QUE EXISTA TANTA GENTE DENTRO DEL PP QUE DEFIENDAN ESE RÉGIMEN DE SANGRE Y TERROR. Hay que acabar con ellos, !ojo’¡ no con la forma que ellos siempre tuvieron de acabar con el adversario ( a balazos), sino con las urnas y entonándoles aquello de Alberti:
«A galopar, a galopar hasta enterrarlos en la mar»
Un abrazo, Raúl
Pedro Francisco Casaus
octubre 26, 2007 a 10:04 pm
amarok37 , la mayoría de la gente ha perdonado, pero otra cosa es que se les condene a olvidar y como tu dices a seguir escuchando a los herederos de los opresores pavonearse sin sentir un mínimo de vergüenza.
Desde luego nuestro voto es la mejor arma para hacerles recapacitar.
Saludos.
octubre 27, 2007 a 6:38 pm
eso es verdad, votemos, y unamonos todos sin tener verguenza para defender la libertad y que esto no pase nunca mas.
Unm beso muy fuerte amigo
octubre 28, 2007 a 4:14 pm
Me alegra verte por aquí amigo Kali, un abrazo.
octubre 28, 2007 a 4:15 pm
Un fuerte abrazo, amigo.
octubre 29, 2007 a 2:25 pm
Se me ha encogido el corazón……
Un beso.
octubre 30, 2007 a 9:42 am
Mira si la pobre Trinidad se quedó las penas para ella sola y no quiso sembrar el odio en los suyos que yo me he enterado de la verdadera historia a los 37 años( que por cierto me ha destrozado).
Las mejores personas son las que mas palos se llevan en esta vida.
octubre 30, 2007 a 1:38 pm
David Ella es un ejemplo de como una persona es capaz de perdonar, perdonó pero a lo que nadie la pudo obligar es a olvidar. Una mujer excepcional de la que al igual que tú me siento orgulloso de ser nieto.
enero 21, 2008 a 2:13 am
Manuel representa a los niños de la postguerra, los grandes olvidados. Los niños que sufrían discriminación por ser hijos de rojos, y estar orgullosos de ello a pesar de ser tan pequeñitos.
No los olvidemos.
enero 21, 2008 a 10:49 pm
Les robaron la infancia y a algunos la vida. Gracias por comentar amiga Inés.
abril 26, 2008 a 2:57 am
Madre mía… mi abuela también me ha contado historias de aquellos días, pero ninguna tan terrible como ésta. Yo me hice republicano sin que se mencionara la palabra entre los míos, hace cosa de 3 años ya que mi abuela por fin reconoció ser republicana, eso sí, en silencio, y que nadie se entere… cuánto habrá sufrido para tener que contarme su ideología casi en secreto y con cierto temor 30 años después de la muerte del caudillo.
Un día de estos le regalo una bandera, seguro que la esconde, pero la hará feliz.
Un saludo Raúl, nos vemos por FaceBook, a tu tío ya no le vamos a olvidar.
julio 19, 2009 a 5:41 am
ehh. love it.